Al té blanco se le conoce como el ‘té de la belleza’ y si que lo es, ya que es un gran aliado natural para depurar, desintoxicar el cuerpo y rejuvenecer la piel.
Su alta concentración de antioxidantes ayuda a proteger la piel y prevenir el envejecimiento prematuro. Una taza de té blanco contiene el triple de polifenoles (antioxidantes que luchan contra los radicales libres) a diferencia del té verde.
Debido a que no se fermenta, mantiene activas las propiedades curativas de sus catequinas (un tipo de antioxidante) y por lo tanto, sus efectos rejuvenecedores. Esto, contribuye a la formación de colágeno y de elastina, dos de las proteínas esenciales de la epidermis.
También repara y cicatriza los tejidos de la piel que han sufrido daños por causa de brotes de acné o manchas y protege a la piel de los rayos UV.
El té blanco tiene muchos más beneficios para el cuerpo, sus propiedades antivirales fortalecen el sistema inmune, reduce el riesgo de padecer enfermedades del corazón y su consumo disminuye los niveles de colesterol en la sangre.
Puede consumirse diariamente y se recomienda hacerlo por las mañanas, que es cuando nuestro cuerpo es más receptivo a sus propiedades y beneficios.